martes, 1 de marzo de 2011

El tiempo: un recurso no renovable

Hoy en Conductas te invito a que reflexionemos juntos sobre la administración del tiempo es hoy, uno de los temas clave del mundo laboral, aunque la importancia de esta cuestión no es nueva en absoluto. Bien lo revelan estas palabras: “Aquel que prepara las cosas que tiene que hacer durante el día, y luego se atiene a ese plan, lleva consigo el hilo que le guiará a través del laberinto de una vida ocupada.

Pero allí donde no se traza plan alguno, donde la disposición del tiempo se deja exclusivamente en manos del azar, no tardará en reinar el caos”. Esta cita no es de ningún autor contemporáneo, especialista en el manejo del tiempo, sino de uno de los más célebres escritores del siglo ante pasado, el francés Víctor Hugo.

El tiempo es un recurso no renovable, vale más que todas las riquezas del mundo y el universo entero, es más exacto que las matemáticas, no se puede recuperar ni multiplicar y no tiene una fecha de vencimiento como los en
vases de leche. Hay un viejo proverbio que dice: “Dios siempre perdona, el hombre perdona a veces...pero el tiempo nunca perdona”.

El tiempo vale más que oro


El gran escritor argentino José Ingenieros lo expresó así: “Nada hay que iguale el valor del tiempo. El dinero mismo no puede comparársele, pues éste vuelve y aquél no; en una vida se pueden rehacer diez fortunas, pero con diez fortunas no se puede recomenzar una vida”.

“El tiempo es oro” es, por lo tanto, un refrán poco preciso. Si bien el tiempo es la dimensión en la que se crea y se utiliza el dinero, es mucho más: es la propia vida. Además, vale la pena repetirlo: el tiempo no se puede comprar. Ni con todo el oro del mundo. Y no sólo en el terreno laboral.
No se puede comprar el tiempo para estar con la familia, o los amigos, o para cultivarse internamente. Por eso, “el tiempo, por lo común, es algo más que dinero. Porque sea cual sea su fortuna personal, no podrá comprar un minuto más del tiempo que tengo yo, o del que tiene el gato echado en la sala de su casa”.

Todos tenemos la misma cantidad cada día, y sólo algunos sabemos sacarle verdadero partido. El tiempo no se puede ganar, pero sí se puede perder. Lo que debemos aspirar es a emplearlo mejor. Este es un principio muy importante: no podemos gestionar el tiempo, lo único que podemos hacer es gestionarnos a nosotros mismos en relación con el reloj: es decir, organizarnos inteligentemente.

Para ello, debemos comenzar por comprender dos puntos importantes:

1) El tiempo es el único bien real que tenemos.

2) El tiempo no es algo vago, general, es el ahora, es el presente, es el hoy.

Porque el ayer es un cheque sin fondos, el mañana es un pagaré, pero el hoy es el efectivo que debemos aprovechar. Por lo tanto, “Quien gana tiempo, lo gana todo”. No hay que malgastar el tiempo. Una vez pasado, no se puede volver a tener; se va para siempre. El tiempo, usado con acierto, nos puede proporcionar no sólo dinero, sino, además, la realización de nuestros sueños y el logro de nuestros objetivos
La administración del tiempo y la velocidad

La primera cuestión en torno a la administración del tiempo, es el concepto de velocidad, que no es sinónimo de hacer las cosas “a los apurones”.

La importancia de la velocidad la ilustró Lewis Carroll hace muchos años, con curiosas palabras, y mejor que muchos especialistas, en su obra Alicia en el país de las maravillas, cuando dijo: “Tiene que ser muy rápido para mantenerse en el mismo puesto, pero si quiere llegar a otra parte, debe ir dos veces más rápido”.

La esencia de la administración del tiempo no está en vigilar nuestro reloj constantemente, en mantener horarios rígidos, o en completar cualquier tarea en el menor tiempo posible. Lo verdaderamente importante es asegurarnos que nuestras actividades diarias, nuestras acciones y metas a corto plazo están fundamentadas en los valores, sueños y metas a largo plazo que queremos que guíen nuestras vidas.

De nada nos sirve ser eficientes en nuestras actividades diarias si éstas no nos están ayudando a materializar nuestros sueños o vivenciar nuestros valores. Es más, es posible ser muy eficiente en el desarrollo de nuestras actividades diarias y aun así ser poco productivos y experimentar frustración en nuestras vidas.

Einstein decía que el tiempo es una secuencia de eventos en la cual estos acontecimientos, ocurren unos tras otro, del pasado al presente, al futuro. Esta es una de las definiciones más completas y prácticas, puesto que identifica el elemento o la unidad básica del tiempo: los eventos. Así que la clave para administrar el tiempo con éxito no es administrar horas, minutos o segundos, sino administrarnos nosotros mismos y administrar nuestras acciones.

Ahora es cuando: aproveche el tiempo

1) Planificar: Hacer una lista de objetivos a cumplir. Todos los expertos dicen que los minutos más productivos del día son los dedicados a planificar. Así, 20 minutos diarios de planificación pueden ayudarle a ahorrar una hora, hacerlo diariamente le ahorrará 5 horas a la semana, lo que significa 250 horas al año, más de 2 semanas extra de tiempo para alcanzar sus objetivos.

2) Priorizar: Decidir cuáles de ellos son los más importantes para que encabecen la lista. Ya que “nada es más fácil que estar ocupado, y nada más difícil que ser efectivo”. Nunca se repetirá lo suficiente la frase: deben fijarse prioridades. Algunas personas llevan a término todas las tareas posibles que aparecen en su lista, logrando un elevado porcentaje de tareas realizadas, pero su efectividad es baja debido a que las tareas desempeñadas en su mayoría no son realizadas con calidad.

3) Agendar: Determinar cuándo se hará cada uno de los puntos. La clave
no es dar prioridad a lo que está en la agenda, sino ordenar en la agenda las prioridades.

4) Hacer el seguimiento: Hacer las cosas de acuerdo a lo planeado y verificar los pasos de cada objetivo.

Entonces, si deseas comenzar a tomar control de tu tiempo y tu vida, te voy a sugerir los siguientes tres pasos:

1. Toma papel y un lápiz y comienza por identificar aquellos sueños y metas que deseas alcanzar y por los que estás dispuesto a trabajar por el resto de tu vida, si fuese necesario. En otras palabras, aquellas cosas que son realmente importantes para ti. Asegúrate que todas las áreas de tu vida se encuentren representadas en esta lista.

2. Asigna una fecha para la cual te gustaría ver realizada cada una de estas metas. No te preocupes si esta fecha esta a dos o más años de distancia. Recuerda que aquello verdaderamente importante tomará tiempo.

3. Identifica todas las metas a corto plazo, objetivos intermedios, acciones y actividades que puedas llevar a cabo a diario, que te puedan ayudar a alcanzar tus metas mayores. Este es uno de los pasos más importantes. Una gran meta que no pueda traducirse en actividades diarias no tiene ningún sentido, ya que son las actividades diarias las que producirán acción.

Sólo si das estos tres pasos y actúas, podrás estar seguro que hay una correspondencia entre tus actividades diarias, sueños, metas y valores. Recuerda que sólo cuando tus actividades diarias estén de acuerdo con tus prioridades más importantes, podrás experimentar un verdadero equilibrio en tu vida.

Prevenir es ganar tiempo
Si previenes las crisis y tomas ciertas medidas para evitarlas o enfrentarte a ellas, estarás invirtiendo sabiamente tu tiempo. Las cosas muy rara vez evolucionan hasta el nivel de una crisis sin alguna advertencia previa. Un poco de previsión y de mantenimiento preventivo le asegurarán que pasará su tiempo dedicado al logro de sus metas, en vez de pasarlo reaccionando a las crisis.

Administrar el tiempo no es igual que apurarse
El apuro, aunque parezca lo contrario, no es muy práctico. “Voy despacio, pero así nunca regreso a lo andado”, decía Abraham Lincoln, quien justamente no se caracterizaba por llevar una vida ociosa. Aun así, este el aspecto menos importante de “vivir apurado”. El apuro es un deseo insaciable de lograr demasiado o de participar en demasiadas cosas en el tiempo disponible. La regla más esencial para trabajar eficazmente es, pues, hacer cada cosa a su tiempo, a fondo, sin prisa y sin agitación, es la mejor forma de hacer de la vida algo más productiva.

Pensamiento:
“Malgasté el tiempo, y ahora el tiempo me malgasta a mí". William Shakespeare

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